En Europa, las leyes de ciudadanía varían significativamente de un país a otro, reflejando distintas tradiciones y enfoques hacia la nacionalidad y la integración. A continuación, exploremos los principales modelos de adquisición de la ciudadanía: ius soli, ius sanguinis e ius scholae.
Ius Sanguinis: El Enfoque Predominante en Europa
El ius sanguinis es el principio más común en Europa para la adquisición de la ciudadanía. Este modelo otorga la nacionalidad en función de la descendencia: los hijos de ciudadanos adquieren automáticamente la ciudadanía, independientemente de su lugar de nacimiento. Italia, por ejemplo, sigue este principio desde 1992, permitiendo también a los extranjeros solicitar la ciudadanía tras diez años de residencia legal en el país. Otros países europeos, como España, también aplican el ius sanguinis, aunque con algunas modificaciones, como la inclusión de descendientes de exiliados.
Ius Soli: Un Modelo Más Común Fuera de Europa
En contraste, el ius soli concede la ciudadanía a cualquier persona nacida en el territorio de un país, sin considerar la nacionalidad de los padres. Este enfoque es predominante en las Américas, en países como Estados Unidos, Canadá, Brasil y Perú. En Europa, sin embargo, ningún país basa su legislación en el ius soli completo. Irlanda fue una excepción hasta que, después de un fallo del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, modificó su legislación hacia un ius soli moderado.
Ius Soli Temperado: La Alternativa Europea
Varios países europeos han adoptado un enfoque de ius soli moderado, que otorga la ciudadanía a los hijos de extranjeros nacidos en su territorio bajo ciertas condiciones. Por ejemplo, en Francia, los hijos de extranjeros nacidos en el país pueden obtener la ciudadanía al cumplir 18 años, siempre que hayan residido allí legalmente. En Alemania, Grecia, Portugal e Irlanda se aplican reglas similares, con variaciones en los requisitos de residencia de los padres.
Ius Scholae: Un Camino Basado en la Educación
El ius scholae es una propuesta específica de Italia que vincula la adquisición de la ciudadanía con la educación. Esta propuesta, que ha estado en discusión desde 2017, busca otorgar la ciudadanía a menores extranjeros nacidos en Italia o llegados antes de los 12 años, tras completar un ciclo de estudios de al menos cinco años en el país. Aunque esta idea no ha avanzado significativamente en el Parlamento, sigue siendo un tema de debate en Italia.
Estos diferentes enfoques reflejan las variadas concepciones de ciudadanía y pertenencia en Europa, y cómo los países están tratando de adaptarse a un mundo cada vez más globalizado y multicultural.