La seguridad siempre fue una preocupación constante en la antigua Roma. Las calles de la ciudad, especialmente durante la noche, eran un escenario propicio para robos, agresiones y un ambiente general de inseguridad. En este artículo exploraremos los desafíos que enfrentaba el Imperio Romano en términos de seguridad urbana, así como las intrigas ocultas que acechaban a las parejas adineradas sin hijos. Desde patrullas nocturnas y la presencia de ladrones hasta la amenaza de los piratas y los brigantes, descubriremos cómo la antigua Roma lidiaba con estos desafíos en su día a día.
Las noches temerarias de Roma: un peligro constante
Caminar de noche por el Imperio Romano no era la cosa más placentera que podía hacer un común mortal en la edad antigua. De hecho, muchos peligros acechaban al transeunte en sus pasos en medio de la oscuridad. Recordemos que no todas las calles tenían antorchas para alumbrar el camino, y fuera de ella la cosa se complicaba aún más. Veamos qué peligros afrontaban los antiguos romanos que se aventuraban a darse una vuelta por la ciudad de noche:
1. La oscuridad y el temor
En una ciudad sin iluminación nocturna, transitar por las calles de Roma después del anochecer era una empresa temeraria. Los ciudadanos se enfrentaban al miedo y la incertidumbre, tal como diría Marcial, el poeta romano: «es una locura salir de noche en Roma sin haber hecho antes un testamento». La ausencia de luz nocturna generaba un ambiente propicio para el temor y la inseguridad.
2. Las patrullas y su escasa presencia
Para contrarrestar los problemas de seguridad, existían patrullas nocturnas munidas de antorchas y armas, pero su presencia era rara y escasamente visible. A pesar de los esfuerzos de la Celere, una tropa de 300 hombres a caballo, y los vigilantes encargados de apagar incendios y enfrentar a los malhechores, su número resultaba insuficiente para una ciudad de las dimensiones y la densidad de Roma.
3. Los peligros en las sombras
Las calles de Roma de noche se convertían en el refugio de ladrones dispuestos a aprovecharse de los desprevenidos transeúntes. Tener cuidado con los objetos de valor y, preferiblemente, viajar acompañado era crucial para evitar ser víctima de los delincuentes. Sin embargo, solo los más adinerados podían permitirse el lujo de contar con un séquito de acompañantes.
Las intrigas ocultas: cazadores de herencias y manipulaciones
Pero los romanos no sólo se enfrentaban a la inseguridad en las calles provocada por los ladrones y asaltantes. También había que cuidarse de los llamados «cazadores de herencias», sujetos que a sabiendas que tal o cual ciudadano disponía de cierto patrimonio, diseñaban toda una estrategia para apropiarse de sus bienes. Y todo esto podía ocurrir luego de una opipara cena. Veamos cómo era eso:
1. Las parejas adineradas sin hijos, blanco de lujos y engaños
Las parejas sin hijos y de posición acomodada eran objeto de lisonjas, invitaciones a banquetes, regalos valiosos y ofrecimientos de hospitalidad y asistencia legal gratuita. Sin embargo, algunas personas se dedicaban profesionalmente a seducir y manipular a estas parejas, incluso recurriendo a prácticas criminales como el envenenamiento para hacerse con sus herencias. Los cazadores de herencias eran emprendedores que acumulaban grandes riquezas a expensas de los más vulnerables.
2. El juego de la manipulación: víctimas convertidas en aprovechadoras
Curiosamente, también existían casos en los que las supuestas víctimas aprovechaban la situación para obtener beneficios. Fingiendo debilidad, enfermedad y constantemente modificando sus testamentos, estas personas manipulaban a aquellos que aspiraban a su herencia. Utilizaban tácticas de amenaza o chantaje para obtener lo que deseaban.
Los piratas y brigantes: amenazas externas y desafíos internos
Además de los peligros anteriormente mencionados, también estaban los piratas y brigantes que durante la noche hacían de las suyas fuera las ciudades.
1. Piratas y ladrones en las rutas comerciales
No solo los ladrones locales representaban un peligro, sino también los piratas que acechaban en las rutas comerciales. Estos atacaban las vías de transporte y tenían un impacto significativo en los costos de los bienes, los seguros y los precios al consumidor. El Imperio Romano se vio obligado a enfrentar esta amenaza que llegaba desde el mar.
2. Los brigantes: una lucha constante contra los bandidos
Los brigantes, llamados así en referencia a la diosa celta Brigantia, personificaban la muerte y la guerra. Eran bandas armadas que atacaban a viajeros solitarios, campesinos y pastores en áreas fuera del alcance de la protección policial. Aunque no existía una organización criminal específica con identidad duradera, representaban una preocupación constante para Roma.
En resumen, la seguridad en la antigua Roma era un desafío constante. Las noches en la Ciudad Eterna eran peligrosas, con calles oscuras propicias para robos y agresiones. Además, las intrigas ocultas acechaban a las parejas adineradas sin hijos, quienes debían ser cautelosas frente a los cazadores de herencias y los manipuladores. Los piratas y los brigantes también representaban amenazas externas y desafíos internos para el Imperio Romano. En medio de estos desafíos, Roma luchaba por mantener la seguridad y proteger a sus ciudadanos en un mundo antiguo lleno de peligros y conspiraciones.