El Vaticano confirmó este lunes por la mañana el fallecimiento del papa Francisco, ocurrido a las 7:35 en la residencia de Casa Santa Marta, donde había sido trasladado tras una larga internación en el hospital Gemelli por problemas respiratorios crónicos. La noticia fue comunicada por el cardenal Kevin Farrell con un mensaje breve y solemne: “El obispo de Roma ha vuelto a la casa del Padre”.
La muerte del pontífice italo-argentino, de 88 años, fue recibida con pesar por líderes religiosos, políticos y millones de fieles en todo el mundo. Roberta Metsola, presidenta del Parlamento Europeo, lo llamó “el papa del pueblo”, mientras que en América Latina muchos lo despidieron como una de las voces más importantes del continente en la escena global.
De Buenos Aires al Vaticano
Jorge Mario Bergoglio nació el 17 de diciembre de 1936 en el barrio de Flores, Buenos Aires, hijo de migrantes italianos. Fue técnico químico antes de sentir el llamado vocacional. Ingresó en la Compañía de Jesús en 1958 y fue ordenado sacerdote en 1969. A los 21 años, ya había sufrido la extirpación parcial de un pulmón por una infección grave.
Durante la dictadura argentina, su rol como superior jesuita fue objeto de debate: aunque fue acusado por sectores de izquierda de complicidad, otros testimonios afirman que ayudó a proteger a perseguidos. En 2001, Juan Pablo II lo nombró cardenal, y desde entonces su figura comenzó a consolidarse como un referente pastoral austero y firme.
El papa de la misericordia y la sencillez
El 13 de marzo de 2013, tras la histórica renuncia de Benedicto XVI, el cónclave eligió al arzobispo de Buenos Aires como el 266º Papa de la Iglesia. Fue el primero en tomar el nombre de Francisco, inspirado en el santo de Asís. Lo explicó así: “No olvides a los pobres”, le dijo el cardenal Hummes tras su elección. “Y pensé en Francisco, el hombre de la paz”.
Desde su primer saludo —“Fratelli e sorelle, buonasera”— marcó una ruptura con la tradición. Rechazó la residencia papal del Palacio Apostólico y se mudó a Santa Marta, vivió sin lujos, se trasladaba en auto común y pagó personalmente su estadía al día siguiente de ser elegido.
Una “Iglesia en salida” hacia las periferias
El papa Francisco promovió una Iglesia menos autorreferencial, abierta a las “periferias existenciales”, al diálogo interreligioso y al ecumenismo. Viajó a lugares olvidados como Lesbos, Irak, Bangladés o Mozambique. En Lampedusa, en 2013, denunció la “globalización de la indiferencia” ante la crisis migratoria.
Su magisterio se centró en temas sociales, ecológicos y humanitarios. En Laudato si’ (2015) llamó a una “conversión ecológica” integral. En Fratelli tutti (2020), propuso un pacto global por la fraternidad. Condenó la cultura del descarte, el individualismo y la violencia estructural de la economía actual.
Reformas y tensiones internas
Durante su pontificado, Francisco enfrentó resistencias internas, sobre todo del ala más conservadora. Impulsó reformas estructurales como la lucha contra los abusos sexuales, el saneamiento financiero del Vaticano, y una reorganización de la Curia con foco en la descentralización.
Fue criticado por sectores tradicionalistas tras la exhortación Amoris laetitia, donde abrió la puerta a la comunión para divorciados vueltos a casar. También por su cercanía a figuras laicas como Eugenio Scalfari o Emma Bonino. Sin embargo, nunca retrocedió frente a las críticas. “Con quienes buscan división, la única respuesta es el silencio de Jesús”, decía.
Salud frágil y el ocaso del pontífice
En los últimos años, su salud se deterioró visiblemente. Fue operado del colon en 2021 y del abdomen en 2023. Utilizaba silla de ruedas por una artrosis de rodilla y padeció reiteradas infecciones respiratorias. En febrero de 2025 fue internado durante 37 días en el hospital Gemelli por una fuerte bronquitis. Aún así, días antes de morir, había presidido la misa de Pascua en San Pedro.
Un legado profético
El pontificado de Francisco quedará marcado por su esfuerzo por devolver al cristianismo su esencia evangélica: la compasión, la cercanía, el perdón. Citaba a menudo el capítulo 25 del Evangelio de Mateo: “Tuve hambre y me diste de comer”. Ese fue el núcleo de su mensaje.
Decía que había heredado la fe de su abuela Rosa, que le hablaba en italiano. Y amaba repetir un verso del poeta Hölderlin: “Que el hombre mantenga lo que el niño prometió”. Con su muerte, se cierra una era que abrió procesos que aún continúan.